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2 Corintios 5: 16-21

16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

 

DÍA 1. El Evangelio: Las peores noticias del mundo son derrotadas por las mejores noticias del mundo

Empecemos nuestro primer día de devocional estudiando los primeros tres versículos de nuestro pasaje (2 Corintios 5:16-18ª):

16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo…

 El apóstol Pablo (el autor de esta carta) comienza diciendo “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne.” Regresaremos a esa afirmación en algunos momentos. Pablo continúa, explicando que nosotros (los cristianos) alguna vez conocimos a Cristo “según la carne”, ¡pero ya no más! ¿Qué significa eso?

Antes de que Cristo nos salvara y cambiará todos nuestros pensamientos, lo tratábamos como un hombre cualquiera, porque lo considerábamos (“lo conocíamos”) como un hombre normal. Solo un maestro. Solo un hombre curioso y controversial. Solo un hombre que decía cosas provocativas y realizaba señales misteriosas y prodigios. Pero, cuando Jesús vino a tu vida te hizo una  “nueva criatura”, (v.17) trasformó tu mente y ahora reconoces que no es solo un hombre, ¡sino el Dios encarnado!

Pero espera un momento, ¿qué hicimos cuando considerábamos a Cristo simplemente como un hombre? Lo crucificamos. Así es. Eso es lo que el pecado de cada hombre, mujer y niño conlleva. La muerte de Cristo, el Hijo de Dios. ¡Esas son las peores noticias del mundo!

La Biblia dice que nosotros, cada uno de nosotros, es un enemigo de Dios desde el nacimiento. Pecadores. Rebeldes. Ofendemos a Dios y nuestras vidas lo insultan. En la carta de Pablo a los Romanos, en su capítulo 6, él dice que no hay nadie bueno, nadie que nazca amando a Dios; todos merecemos el juicio de Dios y la muerte porque eso es lo que pecado trae para nosotros. ¡Pero las peores noticias del mundo son derrotadas por las mejores! Juan 3:16 nos dice que si creemos que Jesús murió en cumplimiento del juicio que nos correspondía, Dios nos aceptará y perdonará nuestro pecado. La sangre de Cristo fue derramada para que la nuestra sea salva. Amigos, las mejores noticias del mundo (el evangelio) empieza con las peores noticias posibles. Tiene que ser así, ¡de otra forma no comprenderíamos cuán grande es esta primicia! ¡Dios ha utilizado nuestra maldad condenable para traer un bien increíble!

Esta es la noticia que desesperadamente deseamos que nuestras familias, amigos y vecinos no creyentes escuchen y acepten. ¿Por qué? ¡Porque ya no conocemos a nadie según la carne! No queremos que nadie muera, no solo una muerte física, que todo ser humano atraviesa, sino una muerte espiritual en el Infierno, ¡una separación eterna de Dios! Cada persona a nuestro alrededor es imagen de Dios y tiene un alma que Jesús desea amar.

¡Los animo a reflexionar en este misterio, en el primer día de nuestro devocional, en oración con asombro y agradecimiento por el evangelio de Jesucristo!

  1. Toma hoy algo de tiempo (y todos los días) para agradecer en oración por la muerte de Cristo en tu lugar. ¡Gracias a Él, y no a ti, eres ahora aceptado, recibido y amado por Dios!
  2. Piensa en las personas en tu vida que aún no han oído o creído el evangelio. Di su nombre e imagina sus rostros. Comienza a pensar en ellas como personas cuyas almas están destinadas a juicio por parte de Dios. Ahora, comprométete con Dios y con algún hermano de la iglesia a tratar a dichas personas como individuos por los cuales Jesús vivió y murió, así como lo hizo por ti. Comparte el evangelio con ellos e invítalos a conocer a Cristo y a su pueblo en la iglesia… ¡esta semana!

 

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